La lectura de un artículo en un
blog de Naturaleza (una pasión compartida) me ha hecho reflexionar sobre la
moral personal. El comportamiento moral , o cuando menos, la mayor parte de él,
se adquiere por conocimiento adquirido por experiencia. Algunas pautas, según ciertos autores, tienen
las características de un comportamiento innato, como cuando se finge la
necesidad de ayuda ante niños pequeños y estos se prestan a la ayuda sin que
nadie les incite ni les aconseje a hacerlo, pero la mayor parte de la moral es
adquirida.
La conducta moral es inducida por
la sociedad: familia, escuela, vecindario, medios de comunicación, etc., y está
basada en la vigilancia. Se basa en que lo que hago, lo realizo porque
tiene o puede tener consecuencias: premios
y castigos. Es lo que se denomina moral heterónoma. Es el juicio de los demás
lo que guía mi conducta.
Cuando la conducta moral se
interioriza y se reflexiona, el comportamiento ya no se rige por el miedo al
castigo o la recompensa del premio, sino que soy yo quién juzga si mi
comportamiento es el adecuado a mi forma de pensar y actuar. Se trata, por
tanto, de moral autónoma. Es un paso superior que conduce a la maduración de la
persona.
El problema es que muchos adultos
no llegan a alcanzar este grado de madurez moral y se siguen comportando como
críos sin reglas morales internalizadas. Si me ven, me abstengo de hacer algo
indebido, pero, cuando percibo que no me pueden culpabilizar, no tengo el más
mínimo problema en hacerlo. Es más, pueden llegar a sentirse muy satisfechos
por el “pelotazo” dado, sin la más ligera sombra de remordimientos o problemas
de conciencia.
Muchas veces, estos
comportamientos inmorales provocan pérdidas
en los bienes, la economía, y los derechos de los demás que los perciben como
HP y no son sinónimos de impresoras. Para entender esto último, léanse el
artículo de referencia .
Enlace aquí