Las
lanchas de los narcos
Esta tarde, a las seis aproximadamente,
estábamos navegando con mi velerito plácidamente por la Bahía cuando vemos a la
patrullera de Aduanas que se aposta detrás del rompeolas del puerto de La
Línea. De pronto, del otro lado surge una lancha rápida, presumiblemente desde
Gibraltar, a todo lo que daban sus potentísimos motores. La patrullera hace
rugir también sus motores levantando por popa una enorme ola y espuma y se
lanza en su persecución. Es la enésima vez que vemos esta situación y nos
aprestamos a contemplar el espectáculo. En otras ocasiones las patrulleras y
las lanchas de los contrabandistas surcaban las aguas casi a la par y no veíamos
más ventajas para estos últimos que el conocimiento del entorno que les ayudaba
a escabullirse. Pero en este último caso no ha habido comparación. En pocos
minutos la lancha se escapó en un suspiro dejando a la patrullera sin
posibilidad de acción. Me imagino la decepción de los funcionarios y las risas
de los contrabandistas. 1 a 0 para ellos.
Todo esto no es nuevo,
ni mucho menos. Cuando era pequeño, con unos 7 u 8 años de edad asistía a la
escuela de D. Ernesto. Estaba en la parte alta de un edificio y las ventanas de
las clases daban al espigón. Era una visión fantástica. Las barquitas de pesca
en la arena, recostadas a babor o estribor, los pescadores preparando las
faenas, las mujeres revisando y recosiendo las redes. Y las traíñas fondeadas meciéndose
al vaivén de las olas. Ese era nuestro parque infantil, allí pasábamos las
horas ayudando en las faenas de pesca, apaleando pulpos, pescando, recolectando camarones entre las piedras, capturando
paínes, etc. A veces, en medio de la clase alguien daba la voz de alarma: -¡Una
traíña perseguida! Todos nos abalanzábamos
a las ventanas (el maestro también, si no el primero) y nos deleitábamos con el
espectáculo de la persecución, función que duraba mucho más que ahora porque
los motores de los perseguidos y de los perseguidores no daban mucho de sí.
Desde la orilla se oían los rudos y monótonos pistonazos de aquellos motores
Perkins que impulsaban a aquellas pesadas embarcaciones a unos pocos nudos de
velocidad.
Hoy en día es un visto
y no visto. Por lo que se ve, la parte ilegal, los malos, llevan ventaja al disponer de embarcaciones,
material, infraestructura y medios más sofisticados que los agentes.
Casualmente, hoy
también he oído la noticia de que las superlanchas que logran confiscar se
amontonan en el puerto de Algeciras, cuyo depósito se encuentra ya colapsado y
que constituyen pruebas judiciales y no son utilizables por la Autoridad.
No soy muy ducho en
Derecho, en realidad no logro entender casi nada del mundo procesal pero ¿alguien me podría explicar porque ese
material de primera calidad no puede usarse en la lucha contra narcos y contrabandistas?
Al menos estaríamos en igualdad de condiciones ¿no?
Enrique esa misma pregunta me hacía yo hace unos días cuando escuchaba la noticia del colapso de los espacios para almacenar las lanchas confiscadas.
ResponderEliminarSe me olvidaba... fabuloso artículo!
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